Hay capítulos en la historia de un país que están grabados a fuego en la memoria colectiva. En muchas ciudades los nombres de las calles o las esculturas de los parques, recuerdan estos hechos.
Los 6 meses que duró «la Campaña de Rusia» durante las guerras napoleónicas es uno de los motivos de orgullo nacional más valorados en la historia del país. Días que debían ser recordados en cada corazón y para la eternidad. Una vez más las artes se unieron con la intención de no olvidar el sufrimiento y dolor que provocaron. Napoleón escribió en sus memorias “La batalla más terrible de todas las que he librado es la que tuvo lugar cerca de Moscú. Los franceses se mostraron dignos de obtener la victoria y los rusos resultaron dignos de ser invencibles”.

Durante los años posteriores, diferentes zares prepararon con minuciosidad proyectos para la celebración de su centenario. Entre todos ellos, el más importante fue la inauguración por orden del Zar Nicolás II del Museo y Reserva estatal de Historia del campo de Borodinó. El lugar donde se produjo «El encuentro entre los dos gigantes», llamado así por Lev Nikolaievich Tolstoi , en su novela Guerra y Paz , se encuentra a 110 km. de Moscú. En 1912, el campo de batalla se convirtió en un símbolo de sagrada memoria y respeto. El 6 de septiembre de 1812 había sido el lugar elegido por el Mariscal del Ejército Ruso Mijaíl Ilariónovich Kutúzov, para enfrentarse a Le Grand Armee. El viejo militar, conocía muy bien la difícil situación del ejército ruso pero consideró necesario el enfrentamiento aunque «no aspiraba a derrotar pero confiaba en engañar a Napoleón», según sus propias palabras.

Otro de esos proyectos afectaba al centro de Moscú. Era necesario crear un nuevo lugar de recogimiento y oración en el que pudieran leerse los nombres de generales y batallones que lucharon durante la sangrienta jornada. En la actualidad y durante cualquier día del año, es fácil ver flores o velas encendidas bajo las sencillas letras doradas que resaltan como estrellas sobre el inmaculado mármol blanco. Muy cercana al Krémlim, en memoria de los Héroes de 1812, se levantó La Catedral de Cristo Salvador.
En 1880, antes de ser acabada sirvió de escenario para el estreno de la «Obertura de 1812», magistral obra de Piotr Ilich Chaykovsky. Música que representa el triunfo del ejército ruso frente al invasor. El genial compositor incluyó en su final el sonido de las campanas de las Iglesias ortodoxas al atardecer. Algo fácil de imitar con instrumentos propios de una orquesta. En la composición musical; las lejanas notas de la Marsellesa se ven interrumpidas de manera abrupta por el «Dios salve al Zar» . Como colofón, un magistral «in crescendo» acompañado de apoteósicas salvas de cañones.
Hoy, uno de los lugares más bellos de la ciudad de Moscú es el acceso a la Catedral desde el puente del Patriarca. Sobre él, hay que tomar una difícil decisión. Seguir avanzando hacía el imponente edificio blanco o detenerse. Es necesario dejar pasar el tiempo mientras admiramos, encima del río, el omnipresente Krémlim. Sus doradas cúpulas resplandecen con fuerza. En el momento de su construcción ese brillo debía de tener un poderoso efecto llamada. Durante el invierno, el blanco de los muros y sus dorados bulbos asemejan faros de luz destacando en el níveo paisaje. Su forma, obliga a deslizarse a la nieve para estar siempre limpias y libres de peso. Las cruces, todas orientadas en la misma dirección, sirven de rosa de los vientos para los viajeros.
Desde este puente, no puedo comprender como algunos individuos prefieren borrar un pasado, en lugar de admirar la belleza del arte sea cual sea su simbolismo. No puedo entender, como alguien, alguna vez, pudo pensar en destruir las refulgentes cúpulas doradas.
Uno de los sueños de Napoleón fue «culturizar» Europa. Debía pensar que todos los no franceses de su época eran unos borregos ignorantes. Lo que no debía saber el General es que 200 años antes de su nacimiento, un retirado soldado español escribió una novela titulada «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha«. Las aventuras de un viejo caballero que se dedicaba «a desfacer entuertos», ¡No a facerlos!
Más le hubiera valido a este «culturizador» dedicar más tiempo a la lectura de tan interesante novela y no a practicar alocados juegos de mesa sobre el campo de Marte.
El escritor fue herido durante la batalla de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros». Lanzando piñas incendiarias, como soldado bisoño que era, fue alcanzado hasta 3 veces por los arcabuces turcos. Sufrió el encierro durante 8 años en las cárceles de Argel como prisionero de guerra. Tras estas amargas experiencias, el hombre, dedicó todos sus esfuerzos a «culturizar» no sólo a Europa, sino a toda la tierra conocida. El soldado supo valorar el dolor, la angustia, las miserias de la guerra y convertir el horror en belleza. Eligió crear y no destruir. Utilizó para ello las palabras y no la pólvora. ¡Pardiez! ¡ lo consiguió!.
Afortunadamente, los soldados de Napoleón no debían saber mucho de explosivos y no debieron guardarlos en lugar fresco y seco. En un intento de volar el Krémlim, sencillamente ¡fallaron!.
Esta práctica, a la hora de culturizar no fue nueva para Bonaparte. Poco antes, en el extremo opuesto de Europa intentó una treta parecida.
1812, finaliza la retirada forzosa del Ejército de Napoleón de tierras españolas. Los soldados franceses colocan barriles de pólvora en lugares estratégicos de un antiguo palacio-fortaleza de la ciudad de Granada. Tras encender la mecha….
Otro viejo soldado español, que al igual que Cervantes había perdido una mano en combate, se encontraba de guardia ese día. El soldado se afanaba en luchar contra el invasor a pesar de haber sido herido durante la batalla de Bailén (1ª derrota del Gran Ejército de Napoleón). Había pasado a formar parte de lo que se conocía como el «Cuerpo de Inválidos«. En un acto tan desesperado como heroico, el hombre, se arrojó sobre la ardiente pólvora cortando con su cuerpo el recorrido a los cercanos barriles, evitando así una explosión en cadena. Desgraciadamente, el Cabo D. José García, perdió la vida en ese preciso instante, pero consiguió su objetivo; parar el intento de destrucción del magnífico palacio Nazarí de Granada. ¡La Alhambra!. D. José García eligió sabiamente la manera de culturizar a las generaciones de su época, a las de nuestro tiempo y también a las venideras…..¡Un simple soldado que supo apreciar la belleza!, ¡un Quijote que quiso salvar a una dama en apuros!
El sol, al bajar en el horizonte, se oculta tras la enorme cúpula de la Catedral. En su camino, el astro rey, resplandece de manera especial durante breves segundos como despedida.
La Catedral de Cristo Salvador también conoce bien la incomprensión que a veces lleva al ser humano a destruir la belleza.
El zar Alejandro II, en 1812 mandó levantar este enorme templo. Debía ser visto desde cualquier punto de la ciudad. Para ello eligió un lugar donde se levantaba un sencillo convento. El último monje que salió del edificio maldijo lo que allí iba a ser levantando augurando que no iba a durar más de 50 años. El ambicioso proyecto de Alejandro II, tuvo que ser nuevamente diseñado en tiempos del zar Nicolás I, por ser excesivamente complicado dada la inestabilidad del terreno. La imponente obra se terminó en 1883, en tiempos del zar Alejandro III convirtiéndose en símbolo de la religiosidad del pueblo ruso. La hermosa Catedral de Cristo Salvador debía ser realmente imponente. Tras la revolución de 1917, los nuevos gobernantes del país, decidieron modernizar la ciudad y tal como había predicho el viejo monje….. En 1931, la Catedral fue dinamitada a poco más de 60 años de su consagración. El proyecto de construir un nuevo «templo del poder soviético» sobre este suelo no pudo realizarse. La inestabilidad del terreno no permitía la construcción de un edificio que superara en peso al anterior. Así que optaron por construir ¡ una inmensa piscina!
En 1997 se inició la construcción de una réplica exacta del Templo. La Iglesia de Cristo Salvador fue consagrada de nuevo como Catedral en el año 2000. En previsión y para que no se cumpla el antiguo vaticinio, bajo ella se ha «reconstruido» también la iglesia del antiguo monasterio.

Hoy en día la gran música de Chaikovsky, al igual que la pólvora, ha tenido un gran poder de propagación a lo largo y ancho de este mundo. La Obertura de 1812 ha sobrevivido al tiempo y ha traspasado fronteras. Podemos escuchar a los caballos del ejército ruso cabalgando hacia la victoria en las tranquilas noches de muchas ciudades. Las notas de la Obertura se han convertido en compañeras de la pólvora en los bonitos espectáculos pirotécnicos de grandes ciudades. El genial compositor, al más puro estilo cervantesco, eligió el camino de crear y no el de destruir . Su obra, maravilloso elemento culturizador, sigue conquistando al mundo.
¿Aquellos que celebran el Día de la Independencia de los EEUU (4 de julio) serán conscientes que lo que cantan es el Dios Salve al Zar? ¡Me resulta muy curioso que desde 1976 la victoria del ejército ruso se aplauda al escucharse sobre la Casa Blanca y el Capitolio! ¿es una burla del destino? ¡Voy a investigar si en Paris también se escucha la Obertura el 14 de julio!