Cuando los buhoneros rusos conquistaron el mundo

Nikolay Aleksievich Nekrásov  publicó su primer libro de poemas a la edad de 20 años. El éxito y la popularidad, sin embargo, le llegaron como escritor de vodeviles. Un periodo que le permitió instalarse en la ciudad de Yaroslavl y comprar dos de las más prestigiosas revistas literarias de entonces, «Sovremennik» (El Contemporáneo) y Anales de la Patria. 

«El Contemporáneo« , famosa publicación fundada por A.S. Pushkin,  se caracterizaba por su  marcado carácter crítico social. Los más afamados autores de la literatura rusa publicaron en sus páginas alguno de sus trabajos.  Nekrásov dirigió  la publicación adoptando cada vez  una postura más crítica y revolucionaria. Se rodeó  de colaboradores habituales, escritores jóvenes  que provenían de diversos estratos sociales. El grupo de autores fue conocido como los «narodniki» (populistas) y tuvieron una gran influencia  en la sociedad rusa. Una sociedad que cada vez reclamaba con más fuerza cambios en una anticuada estructura social. Sus textos, se convirtieron en los preferidos de todos los seguidores de los diferentes movimientos sociales del momento incluida la revolución de 1917. 

Los poemas de Nekrásov, siempre incorfomistas, evolucionaron también en su temática.   Inicialmente el autor escribía sobre cualquier tema, pero poco a poco  la vida del campesinado ruso fue convirtiéndose en  su única  fuente de inspiración. A través de  su obra describe con gran cariño  las costumbres, tradiciones,  penas y alegrías de los habitantes de la Rusia rural. Magistralmente,  dibujó la vida social de los más desfavorecidos. La mujer y en concreto la vida de las campesinas se convirtió en la protagonista de su obra..  Los más bellos versos de su obra,  están dedicados a las duras vidas de las madres y esposas de los campesinos. Mujeres que debían mantener unida a la familia, trabajar en el campo, despedir a sus hijos que partían a futuros inciertos o seguir a sus maridos a exilios lejanos. Todo ello sin perder la alegría y la sonrisa  en circunstancias a veces muy difíciles.  

Uno de sus famosos poemas «Buhoneros» (1861), con gran acogida desde su publicación, se convirtió rapidamente en una de las obras preferidas en los círculos de intelectuales inconformistas y revolucionarios.

Después de la muerte del autor, el poema saltó de los salones a la cultura popular.   Musicado por el pianista y compositor Yakov Fedorovich Prigozhiy,   pasó  a formar parte de su repertorio habitual en los espectáculos de un famoso restaurante moscovita.  El músico compuso más de 300 canciones, muchas de ellas a día de hoy forman parte de la tradición popular.

La canción «Los buhoneros« ha sido interpretada cientos de veces por innumerables artistas. Su ritmo acelerado hizo que fuera perfecta para  los bailes populares rusos de la época. Las sencillas palabras de Nekrásov,  dedicadas  a una de las profesiones más tradicionales reflejaban a la perfección el ambiente y la situación de cualquier día mercado en cualqier pueblo del país.

Pasaron 100 años y  las humildes mercancias de las bandejas que transportaban los buhoneros se convirtieron en «tetriminos» de colores que caían uno sobre otro cada vez a mayor velocidad.  La música que acompañaba a un célebre rompecabezas electrónico, traspasó fronteras y cautivó a la mitad del planeta. Millones de personas intentaban ser más rápidos que la máquina en formar filas con las figuras geométricas al ritmo acelerado de la música.

El  Tetris; un  juego creado en 1984 por  Alekséi Leonídovich Pázhitnov en su Elektronika 60,  mientras ejercía de ingeniero informático  en el Centro de Computación de la Academia de Ciencias de la URSS, cautivó al planeta. Fue entonces, cuando «Los buhoneros» abandonaron la estepa rusa para entrar en la vida de miles de personas que habitaban lejanos pueblos.

Millones de ordenadores y consolas reproducían  la pegadiza  música  a partir de los años 90  anunciado la «caída» de las conocidas piezas. Jugadores de cualquier parte del mundo se afanaban en demostrar su pericia encajando los cada vez más acelerados ladrillos de colores,  animados en su movimiento por  populares notas «rusas».

Recuerdo que por aquel entonces muchos padres encontraban cualquier excusa para confiscar la maquinita de marras a sus hijos con el único fin de poder encajar  ladrillos. Habilidad que casi siempre era superada por cualquier niño. He de confesar que yo también dediqué algunos ratos al Tetris pero siempre con el sonido apagado. De lo contrario, al escuchar la música, mis pies comenzaban a moverse de manera rítmica y mi mente se olvidaba de los ladrillos. Mi poderosa imaginación,  que siempre ha sido muy independiente y rebelde,  me transportaba a lejanos lugares donde podía comer rosquillas o comprar cualquier otra llamativa mercancía de las coloridas bandejas de antiguos y  alegres «buhoneros».

Publicado por birioska

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