Ir con tu esposa a París es lo mismo que ir a Tula con tu Samovar

Continuación de ¿Qué beben los rusos?

La frase que da título a este post es de Antón Pávlovich Chéjov . Difícil es decir si a partir de ella nació el proverbio o bien el genial escritor jugó con el dicho popular en su obra.  Para comprender primero el sentido de la frase debemos conocer qué es un samovar y el porqué de la ciudad de Tula. Después, todos entenderemos la frasecita. 

Desde el siglo XVIII, el  consumo de té, se convirtió en acto social , costumbre y tradición. Podemos apreciar estos momentos de descanso reflejados en diversas pinturas costumbristas del siglo XIX y en multitud de pasajes de la literatura rusa.  En casi todos ellos además del té, aparece un artefacto  que ha pasado a ser un símbolo del país. Uno de los objetos más preciados en cualquier hogar,  a su alrededor se reunían las familias. Testigo de todas las festividades, el «samovar» enseguida se hizo imprescindible en los salones y cocinas del país. Algunos opinan que aporta alma a la caliente bebida y que influye en su sabor, al añadir pequeñas ramas y algunas hierbas al carbón. El sabor característico de la madre-tierra.  En épocas,  llenas de avatares y circunstancias que cambiaban la vida de las personas en un instante, se decía que un hombre puede perder fortuna, hacienda, familia, todo, menos… ¡su samovar! Su presencia convierte a las mesas en un lugar más acogedor, cálido y reconfortante donde poder conversar o leer durante horas al lado de este depósito de agua caliente siempre dispuesto a llenar las tazas de dulce bebida.

Casi todo el mundo piensa que el artilugio en cuestión es un ingenio ruso, pero no es del todo cierto.  El precursor del samovar, viajó junto a las hierbas secas desde la antigua China. Rusia aportó nuevas formas y materiales pero sobre todo le dio «alma» al convertirlo en compañero necesario en la vida diaria.

Su nombre deriva de la unión de 2 palabras: Samo + barit,(por si mismo y el verbo hervir).  Algo parecido, a «hierve por si mismo». Un mecanismo sencillo que consiste en un tubo de acero donde se introduce el carbón. Calor que se aprovecha para calentar el agua que lo rodea en el interior de una vasija metálica.  Un grifo deja salir el líquido una vez ya hervido y diferentes tapas superpuestas permiten la salida del vapor o el humo. Coronado por una especie de quemador que sirve de base a la tetera que contiene el concentrado de té.

Con el tiempo el carbón fue sustituido por una resistencia eléctrica. Hoy en día se sigue viendo en  las casas  adornando los salones. En la moderna vida diaria, su trabajo es realizado por prácticos hervidores eléctricos.  En días especiales y celebraciones, todavía algunas familias le devuelven su lugar preferente en la mesa.

El samovar puede tener diferentes formas según las modas y  su tamaño también  varia según las necesidades. Existen modelos pequeños con capacidad de 2 a 5 litros para viviendas a capacidades de más de 50 litros para fábricas, estaciones de tren o lugares de reunión.  Fabricado con materiales nobles como el oro y la plata para las mesas del Zar o fabricado con materiales más baratos para los hogares de campesinos como el latón. En cualquier momento siempre dispuesto a regalar su calor para templar unas manos frías y entumecidas en los momentos de descanso.

Una vez encendido y con el agua ya caliente vamos a elaborar un tradicional té a la rusa. Es necesario previamente calentar la tetera con agua caliente.  Una vez templada se retira el agua  (podemos devolverla al samovar) .  Ponemos en la tetera las hojas de té negro (una cucharadita por persona más otra para la tetera). Rellenamos con agua la tetera con especial cuidado de no dejar caer el agua directamente sobre las hojas para evitar que se quemen.   Este concentrado se deja reposar unos 3 minutos sobre el samovar para que no pierda calor.

Una vez reposado el concentrado, nos disponemos a servirnos una reconfortante taza de té.  Lo primero que debemos poner en nuestra taza es el concentrado de té, entre un tercio y la mitad, dependiendo del gusto. Completamos la taza con  agua caliente directamente desde el samovar.  Edulcorar al gusto con azúcar o mermelada. Acompañar el «fuerte, dulce y caliente» té con diferentes elaboraciones principalmente de sabor dulce.

Mientras bebe esa taza de té lo que se debe hacer es disfrutar de la compañía y de una animada conversación. Si por el contrario prefiere la soledad… Un buen libro de la literatura rusa le llevará a las profundidades del país y esa humilde taza de té puede ser de gran ayuda para comprender los rincones ocultos del país y es posible, que una segunda taza le ayude a comprender los secretos del alma rusa.

Como curiosidad, añadiré que todas las teteras rusas tienen un filtro interior fabricado  con la misma porcelana. Tengan el tamaño que tengan, su base siempre encaja en el quemador del samovar. Desde el principio las dos medidas fueron normalizadas y han sido respetadas a través del tiempo.

Los registros dicen que el primer samovar ruso se fabricó en una ciudad de los montes Urales, pero enseguida  la producción  se consolidó  en todo el país.   A lo largo de la historia, el trabajo de los herreros de Tula se hizo con el prestigio y la fama de fabricar los mejores y mas bellos samovares.  Las fábricas de esta ciudad se convirtieron en proveedores de la familia Imperial y de prácticamente todo el país.

Te en Mitishi. Oleo de Vasily Perov

Tula es una antigua ciudad- fortaleza situada a 165 km. al sur de Moscú. Ciudadela fortificada del antiguo príncipado de Riazán, anexionado posteriormente al principado de Moscovia formó parte de la línea de Abatis.  Una muralla de madera que se levantó entre diferentes ciudades para protegerse de las invasiones tártaras.  Poseedora de importantes yacimientos de hierro y carbón, el trabajo de sus herreros hizo que el Zar Pedro El Grande, instalara en ella la primera fábrica de armamento del Imperio ruso. Desde entonces, el crecimiento de la ciudad ha ido unido a la fabricación de armas y samovares.  Jugó un papel protagonista durante la Gran Guerra Patria. Sus fábricas no pararon de producir armas de diferentes clases lo que la convirtió en objetivo principal de la ofensiva alemana de octubre de 1941 durante la operación  «Tyfon».  

Es de suponer que los nazis conocieran la fama de hospitalarios que siempre han tenido los ciudadanos de Tula. Los invasores tuvieron la gran experiencia de conocer en primera persona la manera de agradar a los invitados indeseables que tienen los habitantes de estas tierras.  La tenaz y feroz resistencia de los ciudadanos ante el Ejército de Guderián provocó la primera retirada  importante de los ejércitos nazis.  Merecidamente, por el comportamiento de sus gentes fue galardonada con el título de «Ciudad Heroica» . 

Las  prestigiosas fábricas de samovares fueron reconvertidas en fábricas de armamento. Días en los que el popular ingenio ruso volvió a tener un protagonismo especial en el diseño de un peculiar arma que a modo de lanzallamas los herreros de Tula diseñaron con las piezas de los samovares ya fabricados. Al utilizar piezas de deshecho se hicieron pocas unidades.  El  arma resultó un poco peligrosa y poco práctica para aquel que la manejaba pero altamente eficaz contra los soldados invasores. El ingenio recibió de manera popular el nombre de «samovar».   Apodo que se extendió a otro arma que a la vez,  había sido diseñada en las fábricas de la ciudad. Una de las armas más emblemáticas del ejército soviético durante la Gran Guerra Patria, el sub-fusil  PPSha-41. Los soldados, por su origen y eficacia enseguida propagaron el apodo de su peculiar compañero. El protagonista de la hospitalidad de Tula  comenzó a tener otro sentido para la ironía rusa.

A Heinz  Guderián se le atragantaron los «prianiki» (galletas de jengibre con las que se acompaña  tradicionalmente el té).  Creo que el  fuerte dulce y caliente té de los «samovares de Tula»  con el que los ciudadanos recibieron a los indeseables invitados no fue de su agrado.

«Al principio bebieron té, durante mucho tiempo, en la sala delantera, con tres ventanas a la calle, vacías y frescas; Se sentó en medio de ella, en una mesa grande sobrecargada con muchas mermeladas, galletas, galletas de jengibre, dulces y pastila. La mesa de Kozhemyakin recordaba los estantes de las pastelerías en Vorgorod. «

Máximo Gorki. «La vida de Matvey Kozhemyakin»

Y ahora, después de leer el post, interpreten como crean la frase de Chéjov...

Publicado por birioska

blog sobre cultura rusa

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