Vivimos tiempos extraños, todos los países luchamos contra un enemigo común, ésta vez el enemigo no es un país invasor, no es un humano ávido de poder, es un sencillo ser vivo que necesita a otros para sobrevivir y multiplicarse..
Una característica especial del alma rusa es su patriotismo. Desde el inicio de su identidad como tribu, en su cultura y a través de todas las generaciones se ha mantenido el espíritu de la supervivencia del grupo. ¿De qué vale la supervivencia del individuo si eso significa perder a su familia, sus tradiciones, su cultura o su grupo social? Los antiguos eslavos ya grabaron en su ADN ese instinto. No importa quien ha sido el enemigo, no importa el momento de la historia ni tampoco ha importado mucho el nombre del país o el sistema político que representaba.
30 de abril de 2020, Rusia debería estar ultimando los preparativos de su fiesta más preciada. Además del gran desfile que todos los años se celebra con el mismo protocolo que el de 1945 o el gran concierto que convierte a la Plaza Roja en un inmenso escenario y que culmina con fuegos artificiales. A lo largo del país se repiten desfiles, conciertos, reuniones y celebraciones en las que participan de uno o de otro modo todo la nación. Actos públicos en los que se demuestra el orgullo de las nuevas generaciones por todos y cada uno de los miembros de una generación anterior que sacrificó sus intereses personales por el bien común del país. Miles de reuniones familiares en los que se recuerda las experiencias de vida de los abuelos durante aquellos dolorosos años. Pequeños espectáculos inundan las calles del país impregnando el ambiente de las ciudades del recuerdo, canciones conocidas por todos, escuchadas desde la infancia y a veces interpretada en los cientos de funciones escolares. Las ciudades decoradas con los símbolos de la victoria transportan el espíritu de aquellos que las habitaban durante aquellos años . No existe , en la actualidad, una sola familia en Rusia que no haya escuchado directamente de las bocas de sus abuelos la realidad, el dolor, y el sufrimiento que vivieron provocado por un enemigo que invadió el país con la peor de las intenciones; aniquilar a la población, destruir su cultura para hacer olvidar su memoria, ocupar su territorio y esclavizar a los supervivientes. Ante ese futuro, no hubo otra opción, solo levantarse y luchar cada uno desde el papel en la sociedad que le había tocado vivir.
Mientras el ejército se enfrentaba al enemigo, la población organizaba las defensas de las ciudades, formaban milicias, se dedicaban a cavar trincheras, a preparar refugios para la población ante los bombardeos aéreos o a buscar los restos de bombas y artefactos incendiarios que sembraban de muerte las ciudades. Se formaron brigadas contra incendios, brigadas sanitarias, …. se ocupaban los puestos de trabajo en las fábricas que los soldados que partían al frente dejaban libres. Se trasladaron fábricas, se transformaron en muchas ocasiones sus líneas de producción. Latas de conservas de hojalata que hasta entonces contenían alimentos, se reforzaron para contener «productos explosivos», algunos dicen que hasta las fábricas de cigarrillos pasaron a convertirse en fábricas de balas, puesto que unos famosos cigarrillos soviéticos tenían exactamente el mismo diámetro que la munición más empleada por los soldados en el frente. La industria textil, la producción agrícola, …. nada podía parar. Todo era necesario para abastecer en primer lugar al ejército y después al resto de la población. Con los hombres de 8 a 50 años en el frente y con muchas mujeres jóvenes también en la primera línea de combate, todos esos puestos de trabajo eran ocupados por menores, mujeres, jubilados o enfermos no aptos para la lucha. Un esfuerzo colectivo tan titánico como necesario para la consecución de la Gran Victoria. A pesar de la escasez de alimentos, a pesar de las jornadas laborales interminables, a pesar de la cercanía del enemigo, es sorprendente que todavía quedara tiempo, fuerzas y recursos para mantener las escuelas abiertas, muchas de ellas tuvieron que adaptarse a nuevas formas de dar clase, y desgraciadamente tuvieron que ver como cada día perdían alumnos. Como en los cuadros con las fotografías de los graduados, cada vez había menos fotos, ya que en pocos días esos mismas fotos se utilizaban a manera de esquelas…. A pesar de todo ese dolor y sin razón, el mundo de la cultura tampoco dejo de alimentar el alma de los ciudadanos ni de su ejército.
Leningrado. En una ciudad que sobrevivía a un año de cerco, donde el ruido de los bombardeos ya no asustaba a sus habitantes y donde el hambre actuaba como gran aliada del enemigo, su población todavía gozaba de pequeños espectáculos organizados en algún teatro de la ciudad.
El 9 de agosto de 1942, bajo la batuta de Karl I. Eliasberg, director de la Orquesta de radio de Leningrado, se estrenó en la Sala de la Orquesta Filarmónica de la sitiada ciudad la «7ª Sinfonía en Do mayor, op.60 » de Dimitri Shostakovich . Conocida como la Sinfonía de Leningrado pronto se convirtió en símbolo de la resistencia, no solo para la ciudad sino para todo el país. El primer día de ensayo solo aparecieron 15 músicos, la orquesta hubo de formarse con supervivientes de otras orquestas de la ciudad a los que se sumaron músicos que estaban luchando en el frente cercano. Ese primer día, los intérpretes de instrumentos de viento no fueron capaces de conseguir sonido alguno de sus instrumentos y el resto de sus compañeros tampoco tuvieron fuerzas para alargar el ensayo hasta 1 hora. Resultaba casi imposible pensar en interpretar una obra que dura casi 80 minutos, y esta compuesta para una Gran Orquesta de más de 100 músicos.
La tenacidad hizo posible el milagro, desde el Gran Salón de la Filarmónica el 9 de agosto de 1942 la música inundó la ciudad. A través de altavoces todos los ciudadanos de Leningrado escucharon la voz del director presentando la obra
«Camaradas: está a punto de ocurrir un gran acontecimiento en la historia cultural de nuestra ciudad. En unos minutos, escucharemos por primera vez la Séptima Sinfonía de Dmitri Shostakovich, nuestro destacado ciudadano. Escribió esta gran composición en la ciudad durante los días en que el enemigo intentaba, locamente, tomar la ciudad. Cuando los cerdos fascistas estaban bombardeando y bombardeando toda Europa, y Europa creía que los días de Leningrado habían terminado. Pero esta actuación es testigo de nuestro espíritu, coraje y disposición para luchar. ¡Escuchen, camaradas!»
Solo entonces las mágicas notas comenzaron a fluir inundando con su sonido toda la ciudad. La música debía ser escuchada por el enemigo para demostrar cual es el verdadero espíritu de los leningradenses….
El Ejército soviético había asegurado con antelación el «silencio de las armas enemigas». Tres mil proyectiles de alto calibre cayeron sobre los invasores previa localización días antes de los puestos de observación y baterías alemanas. El propósito de la operación era evitar que los alemanes atacaran la sala de conciertos y garantizar el silencio necesario para escuchar la música. El General Leonid A. Govorov, Comandante del 55º Ejército fue el encargado de diseñar el bombardeo, en su cuaderno de notas escribió en referencia a la participación artillera «también tocamos nuestro instrumento en la sinfonía».
El Ejército había alentado a los soldados de todo el país a escuchar por radio el concierto. Las crónicas describen la actuación de no muy buena calidad artística, pero nunca se volvería a conseguir tanta emoción en el público. En las notas finales y debido al agotamiento que provoca la hambruna, algunos músicos vacilaron al tocar sus instrumentos, en un gesto de apoyo y de manera espontánea el público se puso en pie y comenzó a aplaudir….
La ovación duró ente aplausos y lágrimas 1 hora y la crítica calificó la obra como una «biografía musical del sufrimiento de Leningrado».
Uno de los alemanes que escuchó aquel día la música desde las trincheras declaró años después de la guerra: “Fue el día del estreno de la Sinfonía de Leningrado que nos dimos cuenta de que perderíamos no solo la batalla, sino toda la guerra. Entonces sentimos el poder del pueblo ruso, que podía superarlo todo, el hambre y la muerte. ¿Es posible derrotar a un país en el que, durante operaciones militares tan terribles, bloqueos y muerte, destrucción y hambre, las personas logran escribir un trabajo tan poderoso y realizarlo en la ciudad sitiada? Creo que no Esta es una hazaña única »