La porcelana es una pasta cerámica compuesta de feldespato y caolín que tras someterse a un proceso de cocción adquiere dureza. Nació en la antigua China durante la dinastía Tang, en el siglo VII. La mezcla ha sufrido transformaciones a lo largo de la historia, actualmente se añade cuarzo y arcilla. La característica principal de la porcelana es su nula porosidad, lo que la convierte en el mejor material para uso alimentario, al mantener la temperatura de la comida o bebida y no altera el sabor de los alimentos. El gres o el barro son materiales porosos y la loza a pesar de su esmaltado final no tiene la misma impermeabilidad.
En el siglo XIII, Marco Polo trajo a Europa la porcelana desde la lejana China, junto a la pólvora, el arroz, la pasta, la seda y los helados. China permitió la exportación de productos de porcelana terminados pero nunca dio a conocer el secreto de la fórmula de la «pasta» inicial.
Alquimistas y químicos europeos rivalizaban en su búsqueda. Importada fue ocupando las mesas de reyes y nobles. Como elemento decorativo se convirtió en un símbolo de lujo y riqueza. Holanda poseía el monopolio del comercio de la porcelana a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Las casas reales europeas compraron fórmulas y abrieron fábricas de materiales parecidos para abastecer a sus palacios, pero el resultado nunca tuvo la misma calidad. En 1709, Friedrich Böttger añadió a su mezcla unas tierras encontradas en la ciudad de Colditz. Por primera vez un material de fabricación europea se asemejaba a la porcelana china en dureza, impermeabilidad, transparencia y belleza. El ingrediente secreto, el caolín, acababa de ser descubierto. El químico abrió una fábrica en la ciudad de Dresde y guardó celosamente la fórmula de la porcelana. Reinaba por esas tierras por aquel entonces Augusto II, elector de Sajonia. Un rey que consiguió ser elegido pero fue derrocado por Estanislao que contaba con el apoyo de Suecia. Augusto pidió ayuda a Rusia y recuperó el trono tras la batalla de Poltava entre Suecia y Rusia. Estanislao se refugió en Francia y casó a su hija con el heredero a la corona francesa. La guerra de sucesión polaca abrió un periodo de inestabildad política en Europa y dividió al continente entre los partidarios de uno o de otro candidato. Para la Europa occidental el conflicto alimentaba el enfrentamiento histórico entre Borbones y Habsburgo de la guerra de sucesión española.
En estas circunstancias, la prestigiosa fábrica de porcelana vivió una fuga de artesanos que se instaló en «territorio de los Borbones» fundándose las fábricas de Sévres en Francia (1740 ) o la de Capodimonte en Nápoles en 1743 bajo el reinado de Carlos III , unos años más tarde el mismo Rey fundó en Madrid la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro (1763). Napoleón se encargó de destruir tanto la fábrica de Capodimonte como la del Buen Retiro para no tener competencia en la fabricación del selecto material. La venta de lujosas vajillas, servicios de café, y figuritas suponía un suculento ingreso para el estado francés que aumentaría por falta de competencia.
La fórmula de la porcelana, incluso a día de hoy sigue siendo un secreto que está protegido bajo patente y de esa fórmula depende su calidad, su prestigio y su precio. Si la composición de la masa y el proceso de cocción juegan un papel importante, la decoración no lo es menos. Los colores y su aplicación también esconden misterios. Pigmentos que se consiguen a partir de la oxidación de algunos metales y que tras una nueva cocción se convierten en los colores característicos de cada fábrica. Uno de estos colores, el azul se consigue a partir del óxido de cobalto. Un material temido por los artesanos por su alta toxicidad.
El reino de Polonia-Lituania se descomponía bajo nuevas presiones de la recién nacida Prusia y volvió a pedir ayuda al Imperio Ruso, poco le quedaba a Polonia para mantener su independencia. Políticos y artesanos volvían a buscar refugio en países extranjeros. En 1744, la zarina Elizaveta Petrovna (Isabel) inauguró en Petersburgo la Fábrica Imperial de Porcelana. El creciente poder del Imperio ruso debía ser mostrado en la riqueza y decoración de sus palacios y para ello no debía ser necesario depender de otros países.
La zarina ordenó que sólo se utilizaran «arcillas rusas» en su fórmula. Tras varias pruebas, el científico ruso Dimitri Vinogradov eligió una arcilla que se conseguía en tierras cercanas a Moscú. Con la nueva mezcla se obtuvo un material aún más parecido al original importado de China. Evidentemente, la fórmula mejorada se convirtió en un nuevo secreto. La «porcelana dura», llamada así por la mejora de esa cualidad cautivó a los palacios del norte de Europa. El producto, en círculos comerciales pasó a ser conocido como el «oro blanco ruso». La fábrica ocupó en pocos años el tercer puesto en Europa en cuanto a producción. En un principio se dedicó a fabricar pequeñas piezas como cajas de rapé, pitilleras, botones, o empuñaduras de bastones. El primer servicio de mesa apareció en 1756 destinado a la mesa de la Emperatriz y recibió el nombre de «Su Majestad».
Catalina II con su afición de construir enormes palacios y decorarlos con suntuosidad y elegancia promovió una gran producción de la fábrica, incluso se crearon una serie de figuras decoradas con los trajes tradicionales que recibió el nombre de «Pueblos de Rusia» y que sirvió para mostrar los nuevos territorios y las peculiaridades físicas de las nuevas etnias ¿Un nuevo estilo de educación en geografía?
Cada Zar dejó su impronta en las decoraciones de la Fábrica Imperial, en tiempos de Alejandro I se hizo famoso un servicio que llevó su nombre fue dedicado a los vencedores de la Guerra Patria de 1812. Después, la fábrica se caracterizó por su estilo neoclásico y los retratos de personalidades sobre la porcelana. El art nouveau brilló con luz propia sobre tazas y platos durante los años de Nicolás II.

En 1925 se celebró en París la «Exposición internacional de artes decorativas e industriales modernas», evento que dió nombre al movimiento Art Decó. La fábrica de Porcelana de Leningrado fue premiada con la medalla de oro al igual que muchos de sus artistas. Durante los años 20 y 30 el estilo decorativo de la fábrica estuvo marcado por la política y la revolución. Diseños resultantes de la propaganda y el trabajo de artistas como Malevich o Kandinsky puede verse hoy expuesto en los museos del mundo. El clasicismo y realismo de los primeros años dieron paso a los modernos y coloristas diseños del suprematismo sobre la blanca superficie. El rojo y el negro pasaron a protagonizar los geométricos trazos de los artistas para luego dar paso al característico azul cobalto y el oro brillante. Por primera vez en el mundo se añadía el platino en las decoraciones sobre porcelana.

En 1917, los cambios que afectaban al país llegaron también a la fábrica Imperial que pasó a llamarse Fábrica Estatal de porcelana de Leningrado, en 1925 en homenaje al gran científico fundador de la Academia de Ciencias de Rusia, su nombre volvió a cambiar por el de Fábrica de Porcelana Lomonosov de Leningrado. Fue en este momento, fruto de la imaginación de una joven artista, cuando nació el logo característico durante la época soviética. En 2005,desaparecida la URSS, la fábrica recuperó su nombre inicial y el logo las águilas imperiales. Los cambios políticos no impidieron que la fábrica siguiera produciendo exquisitas piezas de gran calidad, sino todo lo contrario, recibió importantes premios internacionales y se convirtió en una industria puntera por la aplicación de nuevas técnicas.

Entre todos los diseños de la fábrica hay uno que destaca con orgullo en las mesas de Rusia desde hace más de 70 años. El servicio de mesa conocido como «Red de cobalto» adorna los comedores y cocinas de todo el mudo. El diseño más vendido y el que más se ha mantenido en el tiempo en la historia de la fábrica. Hoy en día se siguen fabricando cientos de vajillas y juegos de té decoradas con sus características líneas azules y estrellas doradas.

El diseño nació durante la guerra y mostraba al mundo el carácter de Leningrado y de sus habitantes. Tras la invasión nazi parte de la fábrica de porcelana logró ser evacuada pero numerosos artesanos se vieron atrapados en el infame asedio que sufrió la ciudad durante casi 900 días. Los hornos siguieron funcionando y los trabajadores siguieron decorando tazas y platos a pesar del hambre, del frío y de las bombas enemigas. Se recuperó la biblioteca de la fábrica que se convirtió en punto de reunión y descanso espiritual para ellos. Los artesanos habían arrastrado sobre trineos los libros que se consiguieron recuperar de los restos de los vagones bombardeados cuando se intentaba poner a salvo la colección de la fábrica.
En esos días el trabajo habitual de los pintores se compaginaba con trabajos algo especiales que se realizaban en los exteriores. Era de vital importancia hacer desaparecer edificios o lugares de referencia que ayudaran a la orientación de los aviones enemigos. Los artistas, con su creatividad y su imaginación ayudaban al engaño. Al lado de la fábrica, a orillas del Neva se dedicaron a hacer desaparecer un buque de guerra, para ello extendieron una red de pescadores sobre el barco y la pintaron como si fueran las aguas del río. Para los ojos del enemigo, el destructor era invisible.

Durante días la joven diseñadora que había creado el logo de la fábrica, daba vueltas en su cabeza a una idea. Anna Yatskevich, así se llamaba la creadora de nuestro diseño, acostumbrada a ver líneas y colores repetirse sobre tazas y platos vio el patrón de la red de aquel barco dibujarse de manera persistente en diferentes lugares de la ciudad; en las grietas del hielo sobre el río cuando tenía que hacer un agujero para coger agua y apagar los fuegos provocados por las bombas, o en las ventanas de los edificios cubiertas con cintas de papel para protegerlos. La luz del atardecer reflejada sobre las cintas recordaban estrellas doradas sobre el cielo blanquecino de la ciudad o el brillo del hielo del río o la luz de los copos de nieve. Su mente unió todas las ideas, rescató un diseño de red en rosa de la época de Catalina la Grande que recordaba la grandeza de la ciudad y con los pinceles tomó los pigmentos del color azul cobalto y dorado brillante, los dos colores más característicos y personales de la fábrica. Eligió una porcelana blanca grisácea que se asemejaba al color del cielo invernal y en 1944, Anna comenzó a pintar. De sus manos, en medio de las bombas, de la fatiga y del hambre, nació el diseño «Red de cobalto» representando el heroísmo conjunto de los habitantes de Leningrado. En su imaginación y sobre las tazas de te ella vio los rasgos que caracterizaban a la ciudad donde había nacido y a sus gentes; grandeza, perseverancia, creatividad, belleza, tenacidad y resistencia. Una ciudad con una personalidad así jamás puede rendirse.
https://meetrussia.online/es/gzhel-la-ceramica-tradicional-azul-y-blanca-de-rusia/…es mi aporte a tu entrada.
Me gustaMe gusta