Junto a la rueda, el caballo se convirtió en medio de transporte y ayudó al ser humano a viajar a través de las llanuras euroasiáticas. En yacimientos arqueológicos de la cultura de los kurganes se han encontrado restos de caballos y carros. La región cercana al Volga , conocida como Urheimat es donde se han encontrado las restos más antiguos.

Durante 3.000 años hubo 4 grandes movimientos migratorios entre Europa y Asia. En esta región se cree que nació lo que se conoce como el antiguo idioma indoeuropeo del que derivan las diferentes ramas de lenguas que se hablan en Europa (latinas, celtas, germánicas, eslavas,). Puede considerarse también que las llamadas lenguas iranias e indoarias fueran las lenguas originales habladas por las tribus que nunca abandonaron estas tierras.

Una de esas tribus, los escitas, reinarían sobre ellas ya en tiempos más cercanos a los nuestros. No podían concebir la vida sin el caballo. Dicen que nacían sobre él, puesto que sus mujeres eran capaces de parir sin necesidad de descabalgar. Convirtieron la doma del caballo en un importante arte de guerra lo que les llevó a ser temidos por todos sus vecinos. Consumados arqueros, tanto hombres como mujeres, eran capaces de disparar flechas al galope. Se dice que ellos fueron la inspiración del mito griego de los centauros. Tribus nómadas dedicadas a la ganadería y a la caza y que por necesidades de transporte fueron los creadores del primer alimento elaborado de la historia, el queso. Un nuevo alimento nacido de transportar la leche en odres bajo sus sillas de montar, la leche ayudada por el cuajo del odre y el calor fermentaba. Fueron los primeros en utilizar también las sillas de montar aunque serían sus vecinos los partos los que añadirían el estribo a la silla, en un intento de conseguir la misma eficacia de sus arqueros al galope. Algo que a pesar de la mejora nunca consiguieron igualar.
Las familias escitas viajaban con sus viviendas, pequeñas chozas de ramas selladas con arcillas que se colocaban sobre carros de 4 ó 6 ruedas tirados por caballos. Los habitantes de las estepas que es lo que significa la palabra escitas decidieron un día asentarse en la inmensa llanura europea entre el Don y el Danubio, plantar trigo y dejar de viajar.

Así que no es de extrañar que sus herederos, y posteriores habitantes de estas tierras conservaran siempre cualidades especiales para la monta a caballo. Famosos y temidos sármatas, hunos y alanos en tiempos del gran imperio romano, tanto es así que en nuestro idioma todavía se utilizan dichos sobre ellos. (Ser como el caballo de Atila, por donde pasaba ya no crecía la hierba).
Más tarde serían los franceses, que no sabían muy bien donde se metían, los que tuvieron que enfrentarse a más modernos herederos de los jinetes escitas, los cosacos. De los que Napoleón dijo «…denme 20 mil cosacos, y conquistaré a toda Europa y hasta el mundo entero». Los cosacos se caracterizan por muchas cosas, entre otras por su sentido del humor a la hora de responder misivas, elogios o propuestas de sus enemigos, así que la ironía de los atamanes (Líderes cosacos) no se hizo esperar; «mande 20 mil francesas, y dentro de 20 años tendrá 20 mil cosacos. Pero todos ellos van a servir a Rusia».
Los caballos forman parte de la cultura eslava desde el principio de los tiempos. En el siglo VI aparece por primera vez el término eslavos para referirse a un mismo grupo étnico. La palabra eslavo se relaciona con las palabras «slava» que significa “gloria”(en ruso actual mantiene el mismo significado), o bien con la palabra «slavá «que significa “palabra o conversación”(igualmente en ruso actual). Así pues, «slavian» (eslavo) querría decir “las personas que hablan la misma lengua”, o las personas que se entienden entre ellas. Algo que creo que no ha cambiado mucho con el tiempo porque las gentes que siguen habitando estas tierras se mantienen poco «entendibles» para el resto de los humanos.
Con estos antecedentes en el dominio del arte ecuestre estaba claro que tarde o temprano los rusos iban a decir una última palabra en la adaptación del caballo a modernas maneras de viajar a través de las inmensas estepas. Sólo quedaba añadir velocidad.
Las razas de caballo autóctonas rusas, evidentemente, están adaptadas al medio en el que viven. Bajas temperaturas, grandes cantidades de nieve,… hacen que los caballos sean capaces de buscar comida bajo la nieve o de galopar sobre la nieve blanda. Caballos fuertes y con una gran resistencia aunque de menor velocidad que otras razas. Podemos decir que son buenos fondistas y no velocistas.
En los prinicipios del siglo XVIII, las necesidades de transmitir las órdenes militares entre la capital y los destacamentos alejados hicieron que se intentara mejorar el tiempo de entrega. Realizar el servicio en solitario, además de aburrido y peligroso era un sistema poco eficaz. La supervivencia de un hombre solo por esas latitudes es más bien escasa y la imposibilidad de cumplir la misión encomendada muy alta por lo que se hacía necesario viajar en grupo y transportar en carro el correo, avituallamiento y munición suficiente para sobrevivir a veces hasta meses sin necesidad de cambiar de caballos.
El carro tradicional adaptado a la nieve, el trineo, ya se utilizaba tirado por un caballo o dos, pero era lento. Pero … ¿y si son 3? la velocidad será mayor y el problema se soluciona. Claro que controlar a 3 caballos complica un poco el manejo de las riendas al cochero, si además añadimos la peculiaridad de que los caballos lleven pasos diferentes…. ¡Es cosa de locos!. Pues, éste es el secreto de la «troika» rusa.
Un enganche que consigue una velocidad mantenida durante largas distancias de 50 km/hora tirando de un trineo sobre la nieve. Los pasos diferentes del caballo, los externos al galope y el central al trote, hacían de la troika el fórmula 1 de la época del transporte a caballo. Eso sí, la pericia y el control del cochero tiene que ser muy especial para el loco manejo de 6 bridas con 2 manos.
En un principio, este tipo de vehículo se utilizaba únicamente como correo especial, pero poco a poco con la doma de los caballos y el aprendizaje de los cocheros su uso se fue extendiendo como vehículo de transporte de la clase noble del país. ¿Por qué 3 caballos y no 4? como era habitual en enganches de otro lados. La palabra «troika» en ruso puede traducirse por trío. El «3» es uno de los números considerados «mágicos» o perfectos dentro del acervo cultural ruso. Desde la cristianización del país que pronto se vio involucrada en la ruptura entre el Catolicismo y la Ortodoxia, cobra una importancia especial ya que el motivo «teológico» de dicha ruptura es la interpretación algo diferente del Misterio de la Santísima Trinidad. Sí, eso de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo o lo que es lo mismo Dios es 3 en 1.
La idea de enganchar a 3 caballos se cree que nació en el norte de Rusia, donde para pasar el rato algunos se dedicaban a realizar carreras de trineos tirados por 3 caballos. Carreras, retos, apuestas, pruebas de valor… que aunque con distintos vehículos pero con un sentido parecido se siguen haciendo hoy en día en casi todos los lugares del planeta. Algo que resultaba muy peligroso pero daba fama a los cocheros que salían ilesos de aquellas carreras. De los pobres que no superaban la carrera con vida se decía que habían sido elegidos para irse al cielo como Elías.
En la «Troika» cada caballo sabe como tiene que correr. El caballo de varas (central) va al trote y la caballería de refuerzo va al galope. El éxito radica en que los dos caballos que galopan ‘llevan’ al del centro, Gracias a este sistema, los caballos se cansan menos y mantienen una velocidad alta.
¡Vamos! la «Troika» poco menos estaba tirada por Dios, al igual que el carro de fuego del profeta Elías. No hay que olvidar que este profeta es uno de los santos más venerados en Rusia desde el principio de la cristianización, su vida, muerte y representación era muy del gusto de los rusos de la época antigua. Una larga barba y que Dios eligiera un carro de fuego tirado por caballos para premiarle con la ascensión a los cielos le hacía tener cualidades con las que ellos se sentían muy identificados. Bueno eso, y que Elías con sus truenos y relámpagos para luchar contra el mal, tenía un gran parecido a Perún.
Para los paganos eslavos, el dios Perún, uno de los más importantes de la vieja religión vivía en constante pelea con su hermano Veles y usaba como armas relámpagos y truenos y se trasladaba por el mundo en un carro de caballos. En los comienzos de la cristianización esta idea se mezcló con la cristiana lucha entre Dios y el Diablo.
La Troika nacía rodeada de un halo mágico y a la vez religioso y dentro de esa simbología representaba la valentía del alma rusa y los paisajes espaciosos del país.
La troika se consideraba de mejor calidad y belleza si todos los caballos son del mismo color y el que va situado en el centro es más alto que los otros dos. En un principio todos los caballos pertenecían a una misma raza , la raza Vyatka, autóctona del norte de Rusia. A mediados del siglo XVIII, el caballo central se sustituyó por la raza Trotón de Orlov, con el que se consiguió aún más velocidad. Un caballo emblemático de la caballería militar rusa, más fuerte, alto y elegante. La imagen de las 3 cabezas de los caballos formaba un triángulo perfecto en cuyo vértice central estaba la cabeza del Trotón y reforzaba la idea de la Santísima Trinidad, puesto que visualmente mantiene el esquema de las figuras en la representación de la pintura religiosa rusa. En los iconos, el triángulo equilátero representa la divinidad, la armonía y la perfección.
Al pasar a ser un vehículo de transporte para las clases nobles se fueron añadiendo poco a poco elementos que reforzaban estas ideas. Primero aparecieron las pequeñas campanas para anunciar la presencia del veloz coche a los transeúntes que debían apartarse rápidamente para no ser atropellados.
El vehículo rápidamente ganaba popularidad, comenzó a ofrecerse como vehículo de alquiler y aparecieron las decoraciones doradas como elemento distintivo. La gente comenzó a llamar al conjunto dorado (los rayos) y las campanas (Truenos con sonido semejante a las campanas de las iglesias) «El acordeón armónico». Un instrumento musical más pequeño que el acordeón, protagonista de la música popular y que era imprescindible en todas las bodas y fiestas populares del siglo XIX . Supersticiones populares comenzaron a dar atribuciones curativas y protectoras a este conjunto de sonidos y dibujos y a hacer necesario montar en Troika no solo como transporte o divertimento sino como una forma de curar los males y alejar a los malos espíritus de la vida. El tradicional vehículo sin importar si sobre ruedas o patines saltó así a las clases populares y empezó a ser imprescindible en las bodas. Nacía la tradición para dar suerte y buenos augurios a los novios si comenzaban la nueva vida juntos sobre ella bajo sus protectores rayos y campanitas.
La Troika se había convertido ya en vehículo indispensable para el transporte, la diversión y las celebraciones, habitual en las vidas de toda la población comenzó a ser nombrada en las canciones populares y el trabajo de escritores, artesanos, músicos, poetas y pintores terminaron de elevarla a los cielos de los símbolos de identidad del país como un elemento único y distintivo del «alma rusa».
«¡Oh, troika! ¿Quién te inventó, pájaro troika? Únicamente podías nacer en el seno de un pueblo diestro, en una tierra que no gusta de bromas y se extiende por medio mundo. ¡Ve a contar las verstas hasta que se te cansen los ojos! Y es un vehículo simple al parecer, que no conoce el hierro del tornillo, hecho y armado, en un dos por tres, a golpe de hacha y de escoplo, por el hábil mujik de Yaroslavl. El cochero es un barbudo campesino de gruesas manoplas, y va sentado el diablo sabe cómo. Se incorpora, hace restallar el látigo, entona su dilatada canción y los caballos se lanzan como un torbellino, los rayos de las ruedas se confunden hasta formar un círculo, el camino retiembla y resuena el grito del caminante que se detuvo asustado. La troika pasa volando, vuela… ya está allá lejos, entre una nube de polvo.»
«A la vez que animaba a los caballos, el cochero daba suaves saltos en el pescante, mientras que la troika ya subía, ya bajaba rápida los repechos de que estaba sembrado el camino real, aunque todo él iba más bien pendiente abajo. Chíchikov sonreía dando ligeros saltitos sobre el cojín de cuero, pues le gustaba la marcha rápida. ¿Qué ruso hay al que no le guste correr? ¿No lo va a amar su alma, esa alma que quiere girar como un remolino y divertirse en el frenesí, que dice a veces: “¡Que se vaya todo al diablo!”? ¿No le va a gustar cuando en ella se percibe algo entusiasta y maravilloso?»
«Parece que una fuerza desconocida le arrastra a uno con sus alas, que es uno mismo el que vuela, que vuela todo: vuelan los postes militares, vuelan al encuentro de uno los mercaderes sentados en la vara de su tartana, pasa volando a ambos lados del camino el bosque con sus oscuras formaciones de abetos y pinos, con el ruido del hacha y el graznido de los cuervos, vuela el camino todo, no se sabe adónde, hasta perderse a lo lejos, y hay algo peregrino en ese rápido desfile, en el que uno no alcanza a contemplar los objetos antes de que desaparezcan. Lo único que parece inmóvil es el cielo sobre su cabeza, las nubecillas y la luna que se abre paso entre ellas.»
«¿No avanzas tú, Rusia, como la troika a la que nadie puede dar alcance? Se alzan nubes de polvo por donde tú pasas, retiemblan los puentes y todo lo dejas atrás. El espectador se detiene pasmado por ese milagro de Dios. ¿No es un rayo que cayó del cielo? ¿Qué significa ese terrorífico movimiento? ¿Qué ignorada fuerza encierran para el mundo esos desconocidos corceles? Ah, corceles, corceles. ¿Lleváis un torbellino en vuestras crines? ¿Lleváis un sensible oído en cada una de vuestras fibras? Oyen la familiar canción que les llega de arriba, ponen en tensión al unísono los pechos de bronce y, casi sin rozar el suelo en los cascos, convertidos en una alargada línea, vuelan por el aire y avanza la troika impulsada por el hálito divino… ¿Adónde vas, Rusia? Responde. No contesta. Se oye el portentoso son de la campanilla. Resuena y se convierte en viento el aire rasgado a su paso. Pasa de largo todo cuanto hay en la tierra, miran, se apartan y le ceden el camino otros pueblos y naciones.
«Almas muertas» Nikolai V. Gógol. «